Page 80 - Revista BIT nº 210 - Colegio Oficial de Ingenieros de Telecomunicación
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Ocio y +
Arte
EL PRADO, DOS SIGLOS NO ES NADA
José Monedero
salas que conforman la exposición. En esta ocasión, más si cabe, esa informa- ción mural es tan importante como las piezas y documentos que se ofrecen al visitante, porque nos ayudan a entender mejor las etapas que ha atravesado el Prado desde su fundación.
Y entro decidido a aprovechar el tiempo, porque sé que a partir de una hora, me saturo de belleza y de infor- mación, y la visita se me hará cuesta arriba. Lamento que no se permita to- mar fotos porque es la forma que tengo de personalizar la visita, aunque esta obligada abstinencia reporteril me per- mitirá concentrarme mejor en el mate- rial expuesto.
Recorro disciplinadamente las ocho salas que componen la muestra, que nos guían cronológicamente desde la creación del Museo Real, el 19 de no- viembre el año de 1819, bajo el reinado de Fernando VII, hasta la actualidad del Museo Nacional del Prado convertido en un fenómeno universal, centro de estudio y promoción de la historia del arte e importante destino turístico, todo ello gracias a una gestión moderna que, liderada desde 1912 por el Patronato del Prado, amplia y complementa los extraordinarios fondos del museo con periódicas exposiciones temporales.
Pasada hora y media regreso al hall de Moneo, inundado de información, no tanto de pintura, y me reconforto con un descafeinado y un cruasán. Y, ya con las pilas cargadas, recapacito sobre lo mucho que ignoraba sobre el Prado, lo interesante que han sido las explica- ciones ofrecidas en los paneles y docu- mentos expuestos.
Reconozco que lo mas positivo de la visita, informaciones y erudición apar- te, es que me ha provocado ganas de volver a ver la exposición permanente para deleitarme con la contemplación de las obras mil veces vistas, pero aho-
En este otoño cargado de importan- tes onomásticas, el inicio de los actos conmemorativos del bicentenario del Museo del Prado tiene un especial sig- ni cado por lo que su andadura ha su- puesto para conformación de la cultura nacional y para la consolidación univer- sal de la imagen de aquella España que ya deslumbraba con sus genios del Siglo de Oro (XVI-XVII).
Con estos antecedentes en la recá- mara, en una mañana luminosa de tí- pico azul velazqueño, salgo de casa a las10,cojoelbus27quemedejaenla Plaza de Neptuno, y, tras cruzar el Pa- seo del Prado, me encuentro de nuevo a las puertas del museo.
En la soleada entrada de la zona nueva, junto a los Jerónimos, me uno a la cola formada por los visitantes más madrugadores, jubilados, estudiantes, turistas japos y, sobre todo, grupos fa- miliares dispuestos a dedicarle unas ho- ras a recorrer las salas con la intención, en segunda derivada, de que los peque- ños vean algo diferente a su mundo di- gital, el arte con mayúsculas.
Una vez superados los controles de rigor, entro en luminoso hall que pro-
yectó Rafael Moneo para la ampliación del museo, donde junto a la tienda de recuerdos y a la cafetería, se plantea la disyuntiva al visitante de si marchar ha- cia la derecha, para visitar la exposición permanente, en la zona principal del museo, el edi cio Villanueva, o girar a la izquierda para ir a la zona de las tempo- rales. Mi interés está hoy a la izquierda.
Inicio la que será mi primera visita a la temporal “Museo del Prado 1819- 2019. Un lugar en la Memoria” en la que se exponen 160 obras y gran núme- ro de documentos que cerrará sus puer- tas el 10 de marzo del año que viene.
Mi primera impresión es que a la exposición le falta un punto de grandio- sidad, de amplias salas, con más Veláz- quez, Goyas, Riberas, Murillos..., aun- que, recapacito, el museo real es el que se extiende por los 42.000 m2 que for- man el Edi cio Villanueva, aquí lo que se expone es su evolución en los dos siglos transcurridos desde su creación.
Entro con el  rme propósito de ser disciplinado, de no centrarme solo en las obras expuestas dejando en segun- do plano las informaciones escritas que explican el contenido de las distintas
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